Zanganerías

Esas conversaciones livianas son importantes y conviene ponerlas en agenda de vez en cuando. Son combustible para las relaciones y, definitivamente, hacen falta.

Cuando digo “zanganerías”, me refiero más a la forma que al contenido, a la actitud con la que abordas los temas. Se puede hablar de lo que sea, pero teniendo claro que ese momento es para reír y pasarla bien, no para “cogerlo de trofeo”, como decimos en Cidra.

Algunas personas tienen grandes dificultades para abandonar su carácter rígido y de extrema formalidad, aunque sea por unos minutos. Te hablan todo el tiempo como si estuvieran haciendo una presentación oral para un examen final. No podemos vivir 24/7 con el “cuchillo en la boca”. En algún momentos tenemos que quitarnos la chaqueta y aflojarnos la corbata para, simplemente, vivir la vida. Sin analizarla ni criticarla, solo vivirla.

Hablar zanganerías nos sirve de válvula de escape y nos permite recargar energías. Ponemos en pausa las conversaciones pesadas y complejas, que si bien son importantes y críticas, no deberían ocupar la totalidad del tiempo de pareja. Los conflictos familiares, los problemas en el trabajo, los asuntos de la escuela de los nenes y cualquier otra carga que nos acompañe. Entre chiste y chiste, en ocasiones se descubre que estamos dándole demasiada importancia a cosas que no la tienen.

No subestimemos el valor de estos ratitos, que son verdaderamente importantes. La rutina puede ser nociva para las relaciones e incluso para la salud. Hace falta respirar, hace falta reír, hacen falta las pausas... y hacen falta las zanganerías.